domingo, 7 de noviembre de 2010

ELEGÍAS

-ELEGÍA DEL TODO-
Medité lentamente
la manera oportuna,
dentro del marco del sino,
de rasgar con mis ojos
el velo inabarcable de la luz.
Con el alma prendida
de infinitos alfileres de emoción
abrí los párpados
rodeando ansiosamente
la arbitrariedad del Todo,
del eterno y absoluto Todo...
Mas, ¿qué veo? ¡Dios mío!
En ese implacable Todo
estás tú, inocente tú.
Quizás el árbol,
no, quizás no,
seguro que el árbol crece
cada año una medida,
pero también es seguro
que su tronco,
medido en nudos anuales,
caerá herido mortalmente
por los voraces mordiscos
del hacha metálica.
Es seguro que la vida sigue
pero también parará en un momento
bajo el síncope cardíaco de la guerra;
después seguirá siendo vida.
Sólo el Todo no parará,
y en ese Todo, tú, inocente tú.
Vi una silueta en el tiempo,
en el espacio
y con mis manos
la quise aprisionar,
pero la distancia,
la plaga inestinguible de la distancia
hirió mis intentos.
Si el faro inerte, ciclópeo,
es centinela de galaxias,
y si el barco del deseo
se desliza por esos mundos
empujado con la luz paralela
de ese brazo gigante,
tú has de ser forzosamente
la luz paralela del Todo.
Abarqué el Todo,
y dentro de ese Todo, el TODO,
y dentro del TODO,
¡Oh Dios mío!
Estabas tú, inocente tú.
Roberto D.

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