Ésta es la parte final de la leyenda del País Vasco que he adaptado a nuestros tiempos.
... El mozo volvió a hacer otra reverencia y salió de espaldas de la cueva. Empezaba a dejar de llover. La cueva había vuelto a quedar a oscuras.
¿Había sido todo un sueño? Las piedras (guijarros) desparramadas por el suelo le venían a confirmar que nada había sido un sueño, todo había sido absolutamente real.
Gorka emprendió el camino de vuelta tomando la angosta senda. No había dado ni diez pasos cuando oyó a su derecha:
-!Eh, eh¡
Supo al instante reconocer aquella voz, era Julen.
-Yo creía que ya estarías abajo después de la salida tan "espectacular" que hiciste.
-¡Y un huevo! -gruñó- No bajé ni quinientos metros, con la que estaba cayendo cualquiera seguía cuesta abajo; estaba el camino, no peligroso, mortal.
-¡Serás cabrón! -protestó Gorka- Tu no volviste por mí, si no porque te acojonó seguir solo hacia el pueblo.
-¡No hombre! Después de caminar un rato con aquella lluvia tan intensa, caí en la cuenta de que te habías quedado solo con "aquella", lo siento, chaval. Di la vuelta, aunque acojonado, para esperarte.
-De una cosa me advirtió la Mari -le dijo muy serio Gorka-, que no te deje salir solo por la noche durante un año.
-¡Otra historia más! ¿Y eso por qué?
-Me dijo que por el Gaueko.
-¿Por quién, quién es ese o eso?
-Tan sólo me comentó que era el señor de la noche. Me tengo que informar bien.
-Joder...- fue el último comentario de Julen.
Cuando llegaron al pueblo, ya pasaba de la una de la tarde, lo único que hicieron fue coger el coche y largarse hacia Durango. Allí cada uno se fue a su casa no sin que antes Gorka le dijera a Julen:
-Si por la noche tienes que salir, llámame para que te acompañe. Yo, en cuanto llegue a casa, buscaré información de ese tal Gaueko.
En casa, Gorka cogió uno de los libros que tenía sobre mitología de Euskadi y buscó con avidez información de aquel ser del que le había advertido la Mari. Había al menos dos páginas de aquel libro dedicadas al Gaueko, también llamado el Señor de la Noche.
Supo que era como una presencia invisible e incluso como un lobo negro (otsobeltza) que era, como la mari, un ser zoomórfico, podía cambiar de apariencia, que estaba bajo el mandato de la Mari que para proteger a los humanos había creado el día (el sol). También la Mari bendijo con su protección a las casas y moradas que tuviesen una Eguzkilore (flor parecida al cardo muy abundante en Euskalerrría, si algún espíritu maligno pretendía entrar en una morada, tenía que pararse a contar los numerosísimos pelos de la Eguzkilore, el día les sorprendía siempre sin haber terminado de contar).
El reinado del Gaueko va desde la media noche hasta el amanecer, por eso ningún ser humano debía de abandonar la protección ancestral del hogar. Los que le hacían el trabajo sucio eran los jentiles (los jentilak) con fuerza sobrehumana, parecía ser que vivían bajo tierra. El himno de Gaueko es: "la noche para los de la noche y el día para los del día" (gaua gauekoenzat eta eguna egunekoentzat).
También encontró leyendas de este personaje en Berástegui, en Eskoriatza, donde gente de aquellas localidades habían desaparecido y la gente culpaba de ello al Gaueko y a los jentilak.
Gorka se tomó muy en serio todo aquel asunto y, como la tarde comenzaba a declinar, llamó por móbil a Julen:
-¡Eh, tú! No se te ocurra salir solo de noche.
-Ya estamos...
-¡Hazme ese puto favor! Paso por tu casa y te cuento unas cuantas cosas.
-Vale, vale, pesado. Después iremos al bar a tomar unos txacolis.
Cuando Julen le abrió la puerta a Gorka, le hizo pasar al comedor. Allí su amigo le explicó todo lo que había averiguado sobre el Gaueko y sus ayudantes, y que la Mari tenía cierto poder sobre "el de la noche"
-Y la Mari está muy cabreada contigo, aunque en cierta manera te ha perdonado.
-¿Por qué lo dices?- le preguntó Julen.
-Pues por el consejo que me dio para ti, que en un año nunca salieras solo ¿Te parece poco?
-Y eso del de la noche ¿No será una leyenda?
-¡Déjate de hostias! También lo era la Mari, y la viste con tus propios ojos.
Y el Julen, aunque a regañadientes, tuvo que aceptar durante un año la escolta de su amigo Gorka siempre que el susodicho quería salir a por alguna cosa durante la noche. No estaban seguros ninguno de los dos sobre la existencia del "de la noche"; pero siguieron los consejos que la Mari les había dado (a Gorka) en aquella mañana, por si acaso....
Fin
Roberto Diez Hompanera.